sábado

¿Estás sola?

Estoy en Valencia, un lunes, por trabajo, me doy una vuelta y me voy a cenar. No me atienden a pesar de que no hay casi nadie. Se me acerca una chica y me pregunta:
- ¿estás sola?
- Sí
Me dice que espere. Se me acerca otro camarero:
- ¿Mesa para cuantos?
- para uno.
- Espere un momento. (Espero) Siga a esta chica.
Obediente la sigo. El restaurante sigue casi vacío pero la mesa que me da está en el piso de arriba, al final de la escalera, en el pasillo. Me siento, alguien más me pregunta
- ¿Solita?
Una guapa y sonriente camarera. Pienso si debo contestarle que este estado es algo circunstancial, que normalmente estoy acompañada, que tengo amor, familia y amigos pero que ahora mismo estoy sola en Valencia, hasta mañana que volveré a Madrid a mi ruidosa vida acompañada. Le contesto:
- Si, sola.
LLega otro camarero y antes de retirar el otro plato me pregunta:
- ¿No va a venir nadie más?
- No, se lo juro. ¿Podría cambiarme a la mesa que está junto a la ventana?
- Lo preguntaré
Después de preguntarlo:
- No, está reservada.
Me gustaría decirle que no le creo, que me dejan en esta para ocultarme al exterior, para que otros posibles clientes no crean que es un restaurante de solos, aburridos y deprimentes. Y preguntarle si me cambiaría de mesa si prometo sonreír... constantemente. Creo que eso empeoraría las cosas, ¿que pensarías si vieras a alguien cenando solo con una sonrisa constante? Que está como las maracas.
Le dan mi mesa a dos chicas de unos veinte años, no me creo que hayan reservado, nadie reservaría a los 20 años un lunes. En plan Tourette, grito para mis adentros:
- ¡Hijos de putaaaaaaaaa!
Mi mesa, en el pasillo, con vistas a una viga de donde cuelga un oleo de un payaso triste. Un tal Cremades pretende cobrar 80€ por el payaso, yo tanto no, pero si que le daba 5€ por romperlo en la cara del camarero que me dijo que la mesa está reservada, mientras prendia fuego al local. Yo sola, solita.

No hay comentarios: